¿Qué hicieron de tu vida? Capítulo 2 - primera parte
Era un verano a mediados de los cuarenta del pasado siglo XX. Para todos en casa no había nada fuera de lo común, pero para la abuela Julia era un horno infernal. Estaba encinta por octava vez, y aunque no tuvo malestares durante su embarazo, en su último trimestre sentía que se quemaba en una brasa ardiente.
Solía sentarse en la galería de la casa del campo a beber limonada agria, hecha específicamente con cinco limones de la mata del patio de su cuñada Juanita que vivía al lado, que eran, según ella, los más agrios que había probado. Decidió que esta vez no sería la comadrona que vendría a la casa, como hizo con todos sus otros partos, la señora ya estaba un poco mayor y además sus dos sobrinos más recientes habían nacido en el hospital, así que esta vez quería algo más moderno.
El abuelo Edmón llegaba cada vez más tarde, con la esperanza de encontrarla durmiendo y no sentada en la mecedora quejándose del calor insoportable que aún con el fresco de la noche decía sentir. El olor a ron del abuelo la hacía acalorarse más y como éste no le prestaba mucha atención, decidió irse hasta la hora del parto a casa de Mamá Lala, total, ya se habían agotado los limones de la mata de Juanita y la tía Olaya le haría compañía.
Luego de tres largas semanas en casa de Mamá Lala, la abuela Julia rompió fuente mientras supervisaba la cocción de un dulce de carambola en el fogón. Como ya estaba decidido, se fueron al hospital, el cual incluso les quedaba a tres cuadras.
No fue un parto difícil, además la abuela Julia ya era una veterana. Nació una niña, pesó 8 libras y se acurrucaba con los bracitos en el pecho. Le pusieron un jaquecito hecho de un trozo de sábana vieja que la tía Olaya había bordado en la escuela. El abuelo Edmón llegó a conocerla a las pocas horas de haber nacido. Cuando la enfermera entró con la bebe en brazos preguntó: “¿es usted el padre?” El abuelo asintió con la cabeza y la enfermera agregó: “Tenga, es una niña encantadora”. El abuelo, puso sus manos detrás en señal de que no quería cargarla, la veía tan frágil que temía hacerle algún daño, sólo se le acercó y dobló el cuerpo un poco hacia delante para verla de cerca. La observó callado por unos segundos y le dijo: “Te vamos a poner Dora, por eso, eres verdaderamente encantadora”.
Continuará…
Posted in Soporto un Cuento
Mayo 28th, 2009 at 8:28 pm
“Así que esta vez quería algo más moderno”
Jeje. Debe haber sido extremadamente moderno para estos personajes el dar a luz en un hospital. Recientemente decidí que cuando tenga mi primer hijo será un parto natural, en mi casa, con una partera. Debo confesar que no sé en lo que me estoy metiendo. A lo mejor cambie de opinión.
Me gusta mucho esta historia. Espero leer más pronto. Cuidate mucho.